Llevamos ya dos años estudiando y escuchando, a través de los profesores y de distintas teorías, la buena educación es aquella que se basa en aprender a partir de la experiencia. Para ello, lo que el niño necesita conocer el entorno que lo rodea.
Según el BOE “el conocimiento
que el niño va adquiriendo en su contacto con el entorno y con los grupos sociales básicos con los que se relaciona o a los que
pertenece. El niño amplía su conocimiento del mundo que le rodea y de su
relación de pertenencia a él. En este ciclo comienza la auténtica
socialización. La relación y cooperación con los demás aumentan hacia los
cuatro o cinco años. Nace el compañerismo.
El niño explora los
elementos del medio que le rodea. Va identificando los objetos y materiales del
entorno y descubriendo sus propiedades. Reconoce las sensaciones que producen,
se anticipa a los efectos de sus acciones sobre ellos, detecta semejanzas y
diferencias, compara, ordena y cuantifica pasando así de la manipulación a la
representación, origen de la capacidad de abstracción. Esto le lleva a ir
comprendiendo el funcionamiento de la realidad.
El medio natural y los
seres y elementos que lo integran, se convierten bien pronto en objetos
preferentes de la curiosidad e interés infantil. Resultan de gran atracción
para ellos los elementos de la naturaleza, los fenómenos naturales, sus
manifestaciones y consecuencias, así como los seres vivos, cuyas
características y funciones comienzan a comprender.
A través de esta área,
se va introducir al niño en nuevos campos del conocimiento que contribuyan a
ampliar su universo. Un fundamento básico del saber científico puede establecer
una base sólida para futuros aprendizajes y ofrecer al niño expectativas que
hagan interesante para él la actividad del estudio. La Ciencia tiene la
capacidad de proponer enigmas al niño y ayudarle a resolverlos. Una iniciación
a las ciencias parece la forma idónea de estimular y satisfacer la curiosidad
infantil.
La apreciación de la
diversidad y riqueza del medio natural y el descubrimiento de que las personas
formamos parte de ese medio son objetivos de especial relevancia en esta área.
A lo largo de esta
etapa, los niños descubren su pertenencia al medio social y cultural. La vida
escolar conlleva el establecimiento de experiencias más amplias que les
acercarán al conocimiento de las personas y de las relaciones interpersonales,
generando vínculos y desarrollando nuevas conductas y emociones que constituyen
la base de su socialización.
La importancia de las tecnologías de la información y la comunicación y
su incorporación actual al funcionamiento de la sociedad aconsejan que los
niños identifiquen el papel que estas tecnologías tienen en sus vidas,
interesándose por su conocimiento e iniciándose en su uso.”
En el BOE, se hace mucha alusión
a la curiosidad innata de los niños lo que les creará esa iniciativa para búsqueda
de nuevos conocimientos. Para ello, son ellos los que deben aprender por sí
mismos, quedando el papel del relegado a un guía.
Para que los niños puedan
experimentar con su entorno a partir de las clases, el colegio debe realizar
diferentes herramientas y métodos que incentive esa relación del niño con el
entorno.
Para ello: “La mejora y eficiencia de los centros educativos es desde hace varias
décadas una de las principales preocupaciones de teóricos y prácticos en
educación (Townsend, 2007). El propósito es conseguir que los centros dispongan
de las condiciones adecuadas para que cualquier niño pueda aprender (Murphy,
1991). Son múltiples los estudios que asocian el rendimiento del alumnado a la
mejora de los centros, en función de las condiciones sociales, políticas y
económicas (Towsend, 2011). Así pues, las propuestas encaminadas a comprender
cómo deben cambiar las organizaciones educativas para afrontar las exigencias y
las demandas de la sociedad actual son numerosas. Algunas de ellas se centran
en la formación y el desarrollo profesional del profesorado (Darling-Hammond
& Lieberman, 2012; Warkick, Hennessy & Mercer, 2011); otras quedan
directamente vinculadas al papel que desempeñan los líderes educativos como
promotores de la mejora educativa (Huber, 2009; Hallinger & Heck, 2010); y
algunas otras, como las que abordamos aquí, vinculan directamente la Mejora de
las organizaciones educativas a las relaciones con el entorno (Allensworth, Bryk
y&Sebring, 2010). Partimos de la convicción que la escuela debe
comprometerse con el respeto y el Fomento de valores colectivos (colaboración,
compromiso, diálogo, solidaridad, etc.), vinculados a derechos individuales
(intimidad, libertad, etc.) y colectivos (autodeterminación, respeto a la
cultura propia, etc.), con independencia del origen (social, cultural,
geográfico, etc.), la ideología (política, religiosa, etc.) o las circunstancias
personales.
Coherentemente, resulta oportuno que las escuelas promuevan un proyecto
cultural comunitario que contemple al entorno y, por lo tanto, a su comunidad;
impulsando propuestas de coordinación de los servicios socioeducativos de la
comunidad, así como actuaciones conjuntas, haciendo uso de los recursos
educativos del entorno. Eso implicaría, por ejemplo, abrir las escuelas más
allá del uso de sus instalaciones a la comunidad, implicándola en la
realización de propuestas educativas dentro y fuera de la escuela, en
colaboración con profesorado y familias (Abril et al., 2009; Martín &
Gairín, 2006).
Las escuelas deben ir cobrando, progresivamente, un mayor protagonismo Organización
y Gestión Escolar institucional en sus contextos sociales con las comunidades
del entorno, más allá de mantener solamente relaciones concretas con familias
del propio alumnado (Gairín & San Fabián, 2005). Con la intención de
desarrollar la cooperación y aprovechar las oportunidades, a veces ignoradas
por las escuelas, Martín-Moreno (2000) propone que, al igual que las “community
schools” o escuelas abiertas (ejemplo de relación es formales e informales de
la comunidad), los equipos educativos muestren actitudes abiertas y
favorecedoras de la integración con el entorno; y que se establezca un marco de
relaciones de colaboración con familias, agentes sociales y recursos educativos
de la comunidad.”
Una de las opciones es usar las
administraciones públicas dentro del municipio, como el ayuntamiento. “El municipio, como entorno más próximo que
agrupa a los centros educativos, progresivamente pasa a ser agente educativo y
fuente de aprendizaje y convivencia. Este constituye un nivel importante de
participación en educación (Muñoz, 2009), a la vez que supone un espacio de
gestión adecuado para tomar decisiones sobre cuestiones educativas, por su
proximidad a los problemas, intereses, demandas y necesidades de la comunidad.
Así, la colaboración entre escuela y municipio posibilita desarrollar distintos
ámbitos de actuación:
• Promoción y desarrollo de actividades complementarias a la oferta educativa
habitual.
• Implementación de planes, programas y proyectos educativos sobre
distintos ejes transversales: convivencia, deporte, salud, ocio, sostenibilidad,
etc.
• Inserción socioeducativa y laboral desde la mediación y la transición
escuela-trabajo.
Por eso, sin ánimos de “pedagogizar” al municipio ni de hacer de la
escuela una ciudad, los municipios pueden contribuir favorablemente a crear
escuela desde formas diversas: sensibilizando sobre las problemáticas
educativas, reforzando la tarea de la escuela, facilitándole recursos y
promoviendo colaboraciones interinstitucionales y coordinando y complementando
los esfuerzos educativos que genera el municipio. Pero también al revés, la
escuela contribuye a crear municipio cuando garantiza el derecho a una
educación de calidad, refuerza el sentimiento de pertenencia del conjunto de la
ciudadanía, colabora en planes, programas y proyectos de concienciación y
sensibilización, rompe sus muros y abre las puertas a la comunidad y se compromete
con iniciativas de sociales, populares y culturales. Se justifica así que,
desde la colaboración, sea necesario avanzar hacia una escuela más abierta, flexible
y participativa.
Tradicionalmente, la colaboración de las familias con la escuela se ha
venido articulando de una manera formalizada. Esto es desde la representación
de las familias en las estructuras formales participativas de la escuela, la
participación en asociaciones de padres y madres o con carácter más bien
informal. Coincidiendo con Gairín (2004), ambas posibilidades son reales y no
excluyentes, pero además deberían compartir planteamientos, políticas y
realidades.”
Un ejemplo de esto lo
podemos encontrar en una de las ponencias que escuchamos en la Jornada de la
Diversidad, donde nos contaron un proyecto que habían emprendido la clase de
ese colegio. En el que los niños fueron llevados a un parque para ver si podían
cambiar algo que ayudase al resto de niños. Al llegar a clase debatieron sobre
las distintas ideas que habían propuesto, y decidieron que la mejor idea era
cambiar las papeleras ya que no estaban a una altura a la que pudiese tirar por
si mismos los residuos. El proyecto consistió en recoger firmas, y presentarle
el proyecto al ayuntamiento. Y mientras se validaba su propuesta fabricaron sus
propias papeleras y las colocaron a la altura adecuada.
La importancia en este proyecto
no sólo reside en la labor de los niños y todos los conocimientos que han ido
encontrando en su camino, el ayuntamiento, la alcaldesa, recoger firmas… todo
esto les ayuda a conocer su entorno. Pero además, es la labor de los docentes y
personal del colegio, para poder relacionar todos esos conocimientos, y
relacionar el aprendizaje con el entorno, fijando una cita con la alcaldesa y
ayudando con los trámites con el ayuntamiento.
BIBLIOGRAFÍA:
Este es un tema bastante polémico a mi entender, porque una cosa es lo que diga el BOE y otra lo que hacemos y podemos hacer o no en clase.
ResponderEliminarHay que entender que el BOE es una guía que todos debemos seguir, y establece qué, cuándo y cómo evaluar. Teniendo en cuenta que, para este documento y para cualquier docente, es muy importante aprender de la experiencia, los medios y las formas de evaluar nos hace imposible hacerlo.
Por lo tanto, todavía queda mucho por cambiar en las leyes para que la idea de la experimentación con nuestro entorno no se quede solo en palabras, sino que se lleve efectivamente a la práctica.